miércoles, 6 de enero de 2021

Como queramos

 


¿Qué mejor época para escribir esto, que esta? Somos la supuesta generación desencantada con la vida... No queremos tener hijos por la situación del país y el colapso del sistema, todos nuestros sueños y planes a futuro, son inciertos por que no podemos tener exactitud de lo que va a suceder y
no hay nada peor que la falta exactitud.  Pero, ¿podemos realmente controlar eso?, o para todas las generaciones fue así? Y ante todo esto, sólo podemos estar seguros de lo que queremos, y pelear por eso, mientras el mundo se va al carajo, nosotros le demostramos que queremos vivir así. Queremos ser así y peleamos por eso, porque nadie te va a regalar nada, en la vida hay que pelear para conseguirlo. 
Allá afuera nos dicen que no hay futuro, que todo está mal, que mueren por una pandemia, que cada vez el planeta es menos sostenible, entonces...
¿Para qué esforzarse si nuestro futuro es horrible? O eso es lo que quieren hacernos creer... Por eso, quiero compartirte un fragmento que me hizo reflexionar muchísimo este tiempo con respecto a eso, nos habla de que no nos logran encantar con la vida y que no hacer eso, es un fracaso, entonces, hay que darle uno mismo el sentido a la vida:

EL DESENCANTO DE UNA GENERACIÓN

Si no podemos encantarlos con la vida estamos fracasando.
La vida no perdió su encanto. Fuimos nosotros los que perdimos el gusto por la vida.

Perdimos la inocencia, la capacidad de asombro, la fe en el futuro. Perdimos la iniciativa, el hambre de progreso, las ganas de cambiar lo que hay que cambiar.

El desencanto es la mejor arma de los más corruptos, de los villanos de la historia. El desencanto nos aísla, nos encierra, nos separa, nos vacía de sueños.

Una generación desencantada es una generación de muertos en vida. 

Una generación desencantada no se siente útil, siente que al mundo, a la historia, le da lo mismo que ella exista o no. 
Una generación desencantada se siente sola. 


Una generación desencantada pide a gritos un milagro, algo que les devuelva la fe en la magia.

Para volver a encantarse, para volver a creer en la magia, esa generación debe saber que no está sola. Debe saber que es necesaria, importante y decisiva para otras generaciones pasadas y futuras. Debe saber que lo que encanta de la vida no es el mundo que se recibió sino el que podemos dejar.

Para encantarse con la vida una generación necesita rebelarse, el desencanto se contagia fácil, pero el encanto es un trabajo de hormiga. El encanto nos necesita a todos haciendo lo que amamos y amando lo que hacemos.

Porque es mentira que las cosas son como son, las cosas son como dejamos que sean. El mundo cambia cuando nosotros cambiamos, y para eso hay que creer que el cambio es posible, es un acto de fe. Un acto de valentía, un acto de compromiso, un acto de amor.

Te pueden decir que no se puede, te pueden decir que no, una y otra vez no, que esto es lo que hay y que más allá de esto no hay nada, solo un triste desencanto, y que vos no podes hacer nada, que hagas lo que hagas no va a cambiar nada. Es mentira, es falso.

Más allá del desencanto está tu vida, tus sueños, y si vos no los haces realidad alguien los vive por vos, alguien se adueña de tus sueños, de tu vida.

Mientras caen bombas que confirman que nada tiene sentido, mientras bombardean a una generación desencantada, acá hay otra generación, encantada con la vida, y con la realización de sus sueños.  


Por eso mi amor, seamos como niños pero astutos, de querer hacer lo que queramos para nuestra vida, a pesar de algunos obstáculos o de que algunas veces nos toque ser maquiavélicos (siempre y cuando no lastime a otras personas) para VIVIR y no dejar que el desencanto nos gane. 

Como lo muestra esta imagen de Miguel Ángel, Dios dispuesto estirando las manos para alcanzarnos, y nosotros, flojos y sin ánimos de tomar su mano, no seamos así, Dios nos dio la vida, aprovechemos. 

Este es mi primer blog de este 2021, con un claro mensaje para los dos... Quiero que seamos felices, y nunca perdamos esto de ver juntos la vida. Te amo con toda mi alma. 

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